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viernes, 23 de mayo de 2014

JUAN PABLO II EN TIERRA SANTA 2º PARTE



En este año, en el que se celebra el bimilenario del nacimiento de Jesús, ha sido mi intenso deseo personal de venir aquí para orar en los lugares más importantes que, desde tiempos antiguos, fueron testigos de las intervenciones de Dios y de los milagros que realizó».

DIA 22 DE MARZO


A las 8’15 el Papa vuela hacia el santuario del bautismo del Señor, en la orilla accidental del Jordán. Desde Egeria, s. IV, la tradición sostiene que allí fue bautizado Jesús por el Bautista, hecho referido por Mt 3, 13-17 y par.



 El lugar se llama hoy El-Magtas.
El nuevo lugar fue inaugurado por el Papa Juan Pablo II durante su histórica visita a Jordania
Según la tradición, este era uno de los lugares donde Juan administraba el bautismo de penitencia por él predicado. Unas ruinas de la época bizantina, adecentadas para la visita, conmemoran el evento.

Tras esta visita el Papa sobrevuela de nuevo el desierto de Judá y se desplaza hasta Belén para visitar a Yaser Arafat acompañado de los miembros de su gobierno.
 También estaban en el palacio residencial representantes de las diversas confesiones cristianas, así como los jefes religiosos musulmanes.

Pontífices que han visitado Tierra Santa


Al llegar, unos niños presentaron una bandeja con tierra de Belén, para que Papa la besara como suele hacer cuando llega a un país.


 Un gesto simbólico que manifiesta el amor del Pontífice por la tierra que visita y por todos sus habitantes. Los palestinos, sin embargo, interpretaron el beso de Juan Pablo II como un reconocimiento implícito del Estado palestino. El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Vals, aclaró que ese gesto papal se repetía en cada viaje y lo extraño sería que el Papa no besara la tierra donde Jesús nació.

 Arafat llamó al Pontífice “Mensajero de la paz”, citó el Sermón de las Bienaventuranzas, recordando que Jesús llamó bienaventurados a los construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9).

 El Papa respondió agradeciendo sus palabras y añadió que estaba satisfecho de encontrarse en Belén, donde nació el Salvador. Manifestó su deseo de paz para el pueblo palestino y para todo el Oriente. Recordó que el pueblo palestino tiene derecho a una patria, no impuesta sino negociada para el bien de todos.

BELÉN



Terminado este encuentro, el Pontífice se dirigió en el “papa-movil” a la basílica de la Natividad. En la plaza celebró la Eucaristía.

 La homilía giró en torno al momento histórico que vivía. Evocó el nacimiento de Jesús hace dos mil años, efemérides que ha movido y mantenido el Gran Jubileo. Recordarla es la razón de mi visita.


Terminó hablando con el Niño Jesús, acostado sobre unas pajas en un pobre pesebre, en el fondo de la cueva que se veneraba tan cerca de aquella plaza: “!Oh Niño de Belén, Hijo de María e Hijo de Dios, Señor de todos los tiempos y Príncipe de la paz, el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8): mientras entramos en el nuevo milenio, cura nuestras heridas, afianza nuestros pasos, abre nuestro corazón y nuestra mente a las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, que nos visitará como el astro que surge de lo alto (Lc 1, 78). Amén”.

 Terminó diciendo as-salom lakom, el saludo árabe correspondiente a la paz esté con vosotros. Fue un momento emocionante que culminó con un gran aplauso.

 La Misa, tras la liturgia de la Palabra, incoaba la segunda parte con el ofertorio. En ese momento retumbaron los altavoces de la mezquita próxima.
 El Papa guardó silencio, se paró la celebración litúrgica y todos esperaron a que el almuédano terminase la salat ad-dohor, u oración del mediodía.

El P. Justo Artaraz, guardián del convento de Belén, invitó al Papa y sus acompañantes a comer en la hospedería franciscana Casa-Nova. El P. Justo es un vasco que suele usar, además del hábito franciscano, la chapela de su tierra.

 Después del ágape fraterno, el Papa se retiró a la gruta de la Natividad donde permaneció un buen rato.


VISITA AL CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE DHEISHEH


Por la tarde, siempre acompañado por Yaser Arafat, el Papa visitó el campo de refugiados de Deheishe, cerca de Belén.
Durante todo mi pontificado me he sentido cercano al pueblo palestino en sus sufrimientos”, dijo el Papa a esos refugiados, que tantos olvidan.

REGRESO A JERUSALÉN
Yregresó a Jerusalén

JUEVES 23 DE MARZO

MISA EN JERUSALÉN

La Misa del Papa se celebra en el Cenáculo por privilegio especial, concedido por el gobierno israelí al Sumo Pontífice, pues desde que los musulmanes expulsaron a los franciscanos, en 1523, nadie puede celebrar la Eucaristía en este lugar. A los peregrinos sólo se les concede visitar y leer los pasajes que hablan del lugar.



 VISITA A LOS PRINCIPALES RABINOS




De la sede del Rabinato se desplazó hasta la residencia del Presidente de Israel, Ezer Weisman, donde se encontraba también el cuerpo diplomático.




VISITA AL MONUMENTO DEL HOLOCAUSTO DE YAD VASHEM





De nuevo el Pontífice se sume en profunda oración.
Está en la Soah o museo del Holocausto, donde el testimonio de una de las tragedias más dramáticas de la Historia manifiesta hasta donde puede llegar la maldad del hombre.

Se habla de seis millones de judíos exterminados por Hitler, a los que hay que sumar miles de cristianos, zíngaros o gitanos, enfermos desahuciados, niños o adultos discapacitados, todos los que hoy, por desgracia, también estorban a quienes niegan a Dios, pensando sólo en su bienestar.

 La visita más esperada fue la realizada al Museo del Holocausto o Yad Vashem, en recuerdo de las víctimas judías del nazismo.

 El Papa fue recibido por el primer ministro israelí, Ehud Barak, y por numerosas personalidades judías.


 Juan Pablo reanimó la “llama eterna” que arde en la cripta del museo, en medio de un silencio impresionante. Se recogió unos momentos e inició sus palabras con la cita del Salmo que dice: “Me han desechado como a un cacharro inútil. Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo; se conjuran para quitarme la vida. Pero yo confío en ti, Señor, e digo: Tú eres mi Dios” (Sal 31, 13-15).


 El lugar era impresionante, por sus muros con piedras desnudas, por la luz mortecina que parpadea de forma permanente.

 El Papa seguía en pie, con su rostro envejecido y cansado, iluminado por el resplandor del folio que leía. Con voz quebrada explicó que había “venido al Yad Vashem para rendir homenaje a los millones de judíos que, despojados de todo, especialmente de su dignidad humana, fueron asesinados en el Holocausto. Ha pasado más de medio siglo, pero los recuerdos perduran”.




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