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martes, 3 de noviembre de 2015

CATACUMBA DE PISCILA

CATACUMBA DE PIXCILA





Es una de las catacumbas mayores de Roma, distribuida en dos ni­veles, el superior de los siglos II y III, y el inferior del siglo IV o finales del III. Hoy tiene su entrada en la vía Salaria n. 430.

Originariamente estuvo constituido por diversos núcleos cementeriales y catacumbarios independientes, con entradas y escaleras propias cada uno de ellos. De los enterramientos y mausole­os al aire libre que cubrían una gran extensión apenas queda rastro.


 De las realizaciones bajo tierra, dos zonas se remontan al siglo II: la primera constituida por el primitivo hipogeo de la familia de la matrona Priscila, está formado por dos grandes galerías en ángulo, una de ellas abovedada, el llamado criptopórtico, algunos cubículos, y un aula cultual denominada capilla griega, por dos inscrip­ciones en este idioma que se encuentran en ella; la segunda, por el hipogeo de los Acilios. Pronto debieron de comunicarse las dos.

Probablemente, la propietaria, Priscila, cedió a la Iglesia un terreno situado al sur y al este de su hipogeo, que incluía un gran arenario, y allí se formó una gran catacumba casi exclusivamente cristiana, con entrada propia, que llena el siglo III.


A finales es este siglo debieron de quedar ya incluidos en un solo hipogeo los núcleos anteriores, con la ampliación del hipogeo de los Acilios, y, ya en el IV, comenzó la exca­vación del segundo nivel.

El criptopórtico y sus ambientes anejos constituyen una organización semejante a la que tuvieron los edificios de superfi­cie destinados a los refrigerios y cultos funerarios. Está en parte exca­vado en el tufo y en parte construido de mampostería y ladrillo, espe­cialmente las bóvedas de crucería que lo cubren. No tiene decoración pictórica

La Capilla Griega



Está formada por un peque­ño espacio rectangular cubierto por bóveda de cañón, partida por un arco transverso, y rematado en la cabecera por tres ábsides, quizá no excavados todos en el mismo tiempo. Un banco corre a lo largo de la pared sur e invade el ábside de la cabecera norte.


Originariamente debió de ser pagana, quizá destinada solamente a los banquetes funerarios, pero, en la primera mitad del siglo II fue ce­rrado el ábside del fondo con una pared, precisamente la que contiene las dos frases griegas, y cubiertas las superficies de sus paredes y de su bóveda por pinturas cristianas.
Todos los paramentos de la capilla, así como la bóveda, están pintados, las zonas bajas imitando un zócalo de mármol, las altas y la bóveda con escenas de la Sagrada Escritura y una litúrgica, todas contemporáneas, muy probablemente pintadas por la misma mano.


Tres jovenes en el horno

 Además, el elenco de estas pinturas cubre, en una bue­na parte, la temática que será propia de toda la pintura catacumbaria hasta el siglo V, dando testimonio de un hecho verdaderamente importante: ya a comienzos del siglo II el arte cristiano funerario está ya casi totalmente formado, tanto los temas como las formas veremos como se repiten en sus diversas variantes

Así aparecen, del Antiguo Testamento: Noé en el arca,




 el sacrificio de Abrahán, Moisés golpeando la roca de Horeb en Raphidim, los tres jóvenes en el horno de Babilonia, Daniel en el foso de los leones, y el ciclo de Daniel y Susana.


Susana y los viejos.

Del Nuevo Testa­mento: la Epifanía,



 la curación del paralítico de la piscina probática. Y, como representación de escenas de la liturgia, la fraccio panis o ágape.

La bóveda, muy estropeada, debió tener la representación tradicio­nal de las cuatro estaciones, solo se conserva la del verano (como una cabeza dentro de un círculo vegetal). Se puede reconocer en la zona baja la representación del paralítico portando sobre su espalda la camilla.

Hipojeo de los Acilios
En la segunda región primitiva, la llamada de los Acilios, vemos una tumba familiar, dotada de grandes hor­nacinas para alojar sarcófagos, con decoración de estuco blanco y pinturas. Sucesivamente fue enriquecida con revestimientos de mármol en las paredes y mosaicos en las hornacinas. Varias inscripciones, algunas con seguridad paganas y otras cristianas, se refieren a la gens Acilia.

Junto al hipogeo de los Acilios se encuentra un grupo de cubículos independientes con escalera propia, que muy pronto se unió con el presbiterio de la basílica de San Silvestre a través de una escalera.

Lóculo del arenario

La región del arenario, también independiente en su origen, es la más extensa del nivel primero, y se desarrolló durante los siglos II y III. Se entraba por una amplia escalera que desembocaba en una galería con grandes nichos en la que, más adelante y en un lugar distante unos 10 metros del final de la escalera, fue abierto un lucerna­rio que atravesaba hasta el segundo nivel. En ella se encuentran dos pinturas importantes

– en la primera, nuestra Seño­ra, sentada de frente al observador, mantiene al Niño entre sus brazos, mientras un profeta, quizá Balaam (Num 24, 15-17) , parece tener un rollo en su mano izquier­da -o quizás solo la mano abierta dirigida a la Virgen- y, con la derecha, señala a una estrella.

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 Se encuentra en el arranque derecho del intradós de un arcosolio decorado con un Buen Pastor de estuco blanco en el centro; ramajes con hojas y frutos cubren el resto de la superficie. Todo ello es de la segunda mitad del siglo II.

En la segunda, una figura femenina está senta­da en una cátedra y, tiene ante sí una figura masculina de pie. Tradicionalmente se la considera una representación de la Anunciación. Sin duda es de finales del siglo II.

En estas galerías abundan los lóculos cerrados por placas de cerá­mica con inscripciones en color rojo, conservadas bajo muros de re­fuerzo de ladrillo posteriores, hoy descubiertas.

Avanzando en el mismo nivel hacia el sur se llega a una nueva re­gión, ya del siglo III avanzado, en la cual se encuentran dos cubículos con pinturas.

En el primero, llamado de la velatio,



 se representa en el luneto frontal y en su centro una gran orante; a la izquierda, un anciano sentado tiene ante sí una mujer joven en pie, acompañada por una figura masculina, también joven, tras ella; a la derecha, una mujer sentada tiene sobre sus rodillas un niño.


En la pa­red de la izquierda del cubículo se encuentra representado el episodio del sacrificio de Abrahán, y en la de la derecha, el de los tres jóvenes en el horno, vestidos a la frigia, sobre grandes lla­mas, y una paloma sobre sus cabezas, símbolo del Espíritu Santo.

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 En el techo aparece el Buen Pastor en el centro, y el ciclo de Jonás, pája­ros y un pavo real, en los paneles que rodean a éste.


 El segundo cubículo mencionado tiene pintada en el luneto de un arcosolio la escena del transporte de unos toneles. Se le denomina comúnmente como el cubicolo delle bottai.

El segundo nivel está situado a bastante profundidad y consta de dos grandes galerías con dos entradas independientes.


Es buena muestra de las excavaciones regulares realizadas a partir del si­glo IV, y contiene miles de cubículos, algunos con inscripciones de in­terés. El lucernario ya citado y dos escaleras de considerable longitud que conducen a otras dos cisternas completan los elementos más im­portantes que reúne esta sección tardía de la catacumba de Priscila.



 VISITA VIRTUAL

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